sábado, 4 de agosto de 2012

La Guerra Interminable (Estados Unidos contra América Latina) de Jorge Núñez Sánchez (Historiador del Alba ) Reseñada por Eloy Reverón


Ante la lectura del primer fascículo de este libro hecho por entregas en su primera edición ecuatoriana de 1988, quedamos gratamente impresionados ante la hábil pluma de este colega, quién además trasciende el plano estético del verbo para penetrar con la debida capacidad de síntesis, en los elementos de una visión histórica y geopolítica propicia para alimentar los conceptos de seguridad y defensa integral, indispensables, para el estímulo de una conciencia nuestra americana durante el nuevo amanecer para nuestros pueblos en la búsqueda de una democracia propiamente dicha, respaldada por la participación genuina de los pueblos en la conducción de su destino.
Sabemos por el autor que esta publicación por entregas fue reproducida en ediciones de Gramma de La Habana, y que está en camino una edición digitalizada. En este primer fascículo que presentamos fueron publicados los primeros seis capítulos de la obra: La República Pigmea; Hacia el Destino Manifiesto; Gestación de la Doctrina Monroe; Génesis del Intervencionismo; La Guerra de Texas y México desmembrado.
Vale la pena destacar que en las partes posteriores de la portada y contra portada del primer fascículo “ilumina” el fondo histórico de estos primeros seis capítulos de esta “guerra interminable”, con dos síntesis biográficas de dos personajes que representan los vectores de dos fuerzas políticas opuestas; el vector de la fuerza liberadora de nuestra América; y el vector de la fuerza de dominio expansionista estadounidense. En esta esquina, El Libertador Simón Bolívar, y en otro extremo, la más alta expresión de la oligarquía esclavista de vocación expansionista estadounidense: mister Thomas Jefferson.
Núñez nos entrega una cita del Conde Aranda en el primer capítulo,  parte de un informe reservado fechado en 1783 para el rey Carlos III de España, donde el informante utilizó el término de República Pigmea, porque la habían formado y dado ser dos potencias como Francia y España, pero que estaba signada a crecer, y al agigantarse, olvidarse de sus antiguos benefactores, e incluso podría, no solo volcarse contra ellas, sino que constituiría una amenaza cuando al dirigirse a conquistar las dos Floridas españolas con el objeto de dominar el seno mexicano, con quien no solo interrumpiría el comercio con España, sino que aspiraría a la conquista de aquel vasto imperio.
El Historiador refiere su cita después de habernos introducido en el capítulo con la participación de Thomas Jefferson en la redacción de la Declaración de la independencia estadounidense, y la esperanza que ella significó como ejemplo libertario, donde acudieron a luchar en favor de aquella causa, personajes como el precursor de la independencia hispanoamericana, don Francisco de Miranda.
Con la cita de Aranda fundamenta su análisis al advertir que no se trataba del simple reflejo de un temor, sino de una fría y certera evaluación geopolítica, la cual fue corroborada posteriormente con los hechos históricos. Esto lo fundamenta con otro documento de agosto de 1777, una carta de Benjamin Franklin desde Londres para su hijo William donde le expresaba la gran utilidad estratégica de la posesión del territorio de Luisiana, entonces en poder de los españoles, no solo por la colonización y explotación de los valles del río Mississippi, sino en el golfo de México, para ser usado en contra de Cuba y el mismo México. La ironía que destaca Núñez, que después de haber hecho esfuerzos millonarios para ayudar a Estados Unidos a lograr su independencia para malograr el poderío británico, fue España la primera víctima.


Uno de los aspectos didácticos que vale destacar del artículo es el recurso de incorporar un mapa de las trece colonias que a partir de 1776 comenzaron a constituir lo que hoy conocemos como Estados Unidos de Norte América, una franja continental cuyos propósitos terrófagos se irán poniendo de manifiesto en el genocidio de más de 10 millones de Indios y 200 mil mexicanos, expulsando pueblos enteros de los territorios más fértiles, arruinando el equilibrio de la vida que habían mantenido por siglos.
En su análisis de esta realidad histórica Núñez explica las razones expansionistas estadounidenses y de manera paralela la conformación de la ideología que justificaría las atrocidades cometidas y por cometer, tales como prejuicios religiosos y motivaciones. Desde la presidencia de Georges Washington, se apoderan de la Florida Occidental en 1795, realizando lo que los mismos historiadores estadounidenses llamaron la frontera elástica, la cual llegaría hasta donde un soldado o pionero colocara sus plantas, al punto que para 1809, la india_nidad de América del Norte había perdido cerca de 20 millones de hectáreas. Realidad histórica, agregamos nosotros, que la industria joligudense del cine encubre con artístico cinismo.
También da cuenta el autor de la desesperación de España al creer que aliándose con Francia podría detener el ímpetu de los anglosajones del norte. De nada valió el Tratado de San Idelfonso (1796), ni entregar Luisiana a los franceses, pretendiendo crear un estado tapón que amortiguara el avance yanqui, quien terminó comprándola a Francia por quince millones, para dejar el terreno libre para tomar los valles del Mississippi y avanzar sobre el flanco norte de Hispanoamérica. Aunque Núñez no lo comenta, es importante recordar, que los quince millones de dólares serían invertidos en tratar inútilmente de impedir que Francia perdiera la gallina de los huevos de oro, colonia cuyos dividendos habían generado, incluso hasta la posibilidad de armar el ejército para conquistar el mundo. Me refiero a la primera nación libre y democrática, que abolió la esclavitud en la parte occidental de la Isla de Quisqueya, Haití.


La representación gráfica del territorio de Louisiana que incorpora la edición constituye un elemento digno de atención, porque cuando se habla de Louisiana, se suele relacionar con el territorio que hoy constituye ese estado, que es apenas la desembocadura del Mississippi. Estamos hablando de un territorio tan grande como todo el que había logrado incorporar hasta aquel entonces, junto al de las trece colonias originales.
Citando a José Fuentes Mares, autor de la Génesis del expansionismo norteamericano, (1980), Núñez nos explica los detalles de la garra expansionista del Águila, tan temprano como en 1786 en la pluma de Thomas Jefferson, el cual no avanzó entonces, porque estaba consciente que Estados Unidos debía consolidar la cantidad numérica de población requerida para alcanzar los objetivos geopolíticos establecidos entonces. Entre tanto Jefferson contaba con Andrew Jackson y Aaron Burr; el primero, el general que dirigió el genocidio y el incendio de las aldeas que encontraron en su camino hacia lo que llamaron la Conquista del oeste. El segundo, después de asesinar a Hamilton, líder independentista, se dedicó a organizar bandas de aventureros con las cuales esperaba conquistar México y hacerse emperador.
Así es como se va perfilando el aporte de Jefferson a la justificación ideológica del expansionismo, a la cual llamaron, “Destino Manifiesto”: estirar la frontera hasta el océano Pacífico, el Río Bravo. Mientras Jackson avanzaba hacia Florida, Pike penetraba las cabeceras del Río Grande y los aventureros de Burr caía sobare Louisiana occidental, con la intención de apoderarse de Texas y otras provincias mexicanas en 1806.
Termina el primer capítulo con las instrucciones de Jefferson a su secretario de guerra donde se aprecian las garras del Águila en su preparación de la explicación del “Destino Manifiesto”, cuyo desarrollo está reservado para el segundo capítulo de esta extraordinaria serie: La Guerra Interminable.
E.R. 26 07 2012