domingo, 28 de julio de 2013
miércoles, 3 de julio de 2013
La Rebelión Popular de 1814 por Juan Uslar Pietri
La Rebelión Popular de
Venezuela en 1814 no fue un simple acontecimiento local, natural en la lucha. Sino el suceso social de más
envergadura que registra la Historia dela
Emancipación americana. No encontramos un hecho igual en ninguna parte del Continente, si exceptuamos al Santo Domingo colonial,
que pueda ser comparado al de Venezuela. En
ningún momento se vio algo semejante en la lucha por la Independencia de las
otras Repúblicas. Los ilustres
Libertadores de Argentina, Cuba, Estados Unidos, Uruguay, etcétera, no se llegaron a ver en el terrible caso de Bolívar y los suyos. Por todas partes se decidían las
Independencias con dos o tres batallas importantes contra las autoridades españolas.
El pueblo o era patriota o indiferente, o
luchaba como simple mercenario, sin ideal
y sin sentimientos por la causa realista. Pero en Venezuela, y eso es lo
interesante del asunto, hubo además de la
guerra de Independencia una' revolución, estructuralmente
hablando, contra los patriotas que hacían la Independencia. Revolución ésta que no tuvo que ver nada con el Rey de España ni
con el realismo, sino que todo lo contrario,
tuvo características democráticas y niveladoras. Por eso en el estudio de la Rebelión Popular se resalta de
manera poderosa la labor de Bolívar y de sus lugartenientes. Pues, además de
sostener nuestros libertadores una guerra
a muerte con España, mantenían una lucha contra los mismos venezolanos que peleaban por la libertad social. El libertador
ha tenido que ser un hombre extraordinario, superior, para haber podido resistir aquella oleada de sangre,
imponérsele y dominarla, haciéndola suya,
para luego ir a luchar contra la autoridad despótica del Rey de España. El supo aprovecharla y domarla como un potro
cerrero y hasta llevarla por las vías
de la Independencia
de la patria. Y hay que señalar, que esa Rebelión fue un movimiento tanto o más sangriento que la Jacquerie y que la
misma Revolución francesa. Lo que resulta
bastante extraño es que hasta ahora, si exceptuamos las formidables lineadas de nuestro gran sociólogo Laureano
Vallenilla Lanz, nadie había presentado el fenómeno de la rebelión como un acontecimiento social de primera
magnitud. Las pocas veces que se le ha
hecho mención en la historia, es para presentar a 1814 como una explosión del realismo frenético de nuestros
llaneros, pero sin ahondar jamás las verdaderas
causas.
No me explico cómo ha sido
posible interpretar como realismo la rebelión por el solo hecho de decirse realista. El que haya observado un
poco al pueblo venezolano, democrático hasta los tuétanos, no puede
afirmar que hubiese sido éste capaz de ser partidario del Rey y de los privilegios. En
América, los portavoces de la autoridad del Monarca, los que inculcaban amor al Rey, eran los sacerdotes. En aquellas regiones americanas, como Pasto
(Colombia), donde el cura tenía un estrecho contacto con sus feligreses se daba la posibilidad del caso que por
presión del párroco se lanzaran los habitantes
de la comarca a luchar en favor del Rey. Pero en Venezuela, donde si se exceptúan algunas de las principales ciudades, no
había religiosidad en el verdadero sentido de la palabra. En
sitios como en los llanos o en los lejanos campos donde era muy difícil que
llegara la voz del sacerdote, donde apenas se tenían nociones vagas de lo que era el Cristianismo, mal iban a saber lo que
significaba el Rey. Aquellas insurreccionadas
montoneras que iban saqueando y matando blancos, cometiendo sacrilegios en las iglesias, ensangrentando altares,
no podían ser jamás realistas, ni representantes del orden y la religión. Lo que sucedía era que aquellos
hombres abrazaban las banderas
realistas como un pretexto para satisfacer sus odios de clase, para realizar la libertad social que anhelaban.
Porque de haber estado los poseedores del
lado de los realistas ellos hubiesen sido, sin lugar a dudas, fervorosos
patriotas. La rebelión, pues, bajo las
banderas del Rey no fue más que un pretexto. En realidad, si observamos bien la actitud de nuestros congresantes de
1811, y aun la de nuestros promotores de
la Independencia, veremos que sentían una intuición muy clara de lo que iba a suceder. Todos temían que se
repitiese, en caso de darse libertades, las mismas escenas que azotaron a Santo Domingo a final del siglo XVIII, isla
ésta donde los esclavos degollaron a los
blancos dueños de las plantaciones. Temían, pues, y lo decían abiertamente que la igualdad política
significaba en cierta manera abrir el dique de las "castas", y que éstas irían a perseguir, como
consecuencia lógica, la igualdad social.
Preveían inconscientemente lo que luego sucedió. Pues todavía estaban frescas las hazañas del zambo Chirinos, todavía se conocían
las heroicas aventuras de Andresote, aun
se comentaban con temor las matanzas del negro Miguel. Diariamente se veían esclavos que se escapaban de las
plantaciones de sus amos para refugiarse en los bosques y llevar desde allí una vida de asesinatos camineros. Hasta
que un buen día traían al negro cimarrón,
y en el patio de la Hacienda, amarrado a un botalón, le daban delante de todo el negraje doscientos buenos
latigazos que hacían brotar la pulpa roja de la espalda del condenado. Y
solamente gracias a los discursos demagógicos de la Sociedad Patriótica, tal
como lo veremos en estas páginas, es que
se provoca una declaración de absoluta independencia. Pues si bien estaba en los corazones de todos
aquellos congresantes, que en realidad la
querían,
a la vez temían que para sus intereses fuera más perjudicial que una moderada separación de España. Y luego,
por sus indecisiones, aquellos hombres iban a ser las víctimas de un "Terror" mucho más
sangriento y espantoso que el del 93. Pues si bien en Francia la revolución fue exclusivamente en París,
en Venezuela fue en todas partes, principalmente
en el campo. La nuestra fue mucho más popular entre las masas que la francesa. Más agraria que citadina. Boves, Rosete,
Antoñanzas, Diegote, Morales y el zambo
Machado penetraron mucho más dentro de la psicología de su ambiente que Robespierre, que el carnicero Legendre, que Marat, que Saint-Just, que Maillard Baboeuf y tantos otros. Fueron estructuralmente más revolucionarios y
mucho más emprendedores que los apóstoles
del jacobismo. Prueba de esto fue el cariño que las turbas revolucionarias sintieron por ellos a la hora
de la desaparición. Cuando murió Boves
sólo hubo un inmenso silencio a su alrededor. Nadie entre sus hombres aplaudió el lanzazo que le sacó las entrañas. En cambio,
cuando Robespierre fue guillotinado y su
cabeza destilando sangre fue ofrecida al público, el pueblo aplaudió hasta
calentarse las manos, y las viejas
tejedoras rieron hasta más no poder enseñando sus dientes negros al cielo de París. Por eso es
injusto callar la Rebelión del catorce. No solamente en lo que respecta al interés social que significa tal movimiento, sino
porque es necesario destacar que los triunfadores
de La Puerta, la Villa de Aragua, San Marcos y Urica fueron tan venezolanos como los de Carabobo, Vigirimas, Araure y San Mateo. La rebelión es un hecho venezolano, provocado por
condiciones extrañas a nuestra verdadera conciencia nacional, tal como fue el clasicismo colonial. Pero
nunca por estar aquellos sangrientos lanceros en contra de la patria
que les vio nacer. Los hombres de Bolívar y los de Boves luchaban regando generosamente su
sangre por ideales que, aparentemente distintos, convergían en la libertad. En la
elaboración de este trabajo he seguido un orden hasta cierto punto clásico en la narración de los acontecimientos. Pero, como lo
notará el lector, he saltado por todos aquellos
sucesos, que sin poseer un interés extraordinario para la historia, no tenían nada que ver con la rebelión popular, propósito de
estas páginas. Por eso aquí se encuentran
algunos puntos que corrientemente apenas se mencionan, bastante desarrollados, y otros en cambio apenas esbozados. En la composición de los capítulos he buscado más que
todo el suceso, el hecho destacado, el
lugar o la frase. En la realización de los acontecimientos y en las descripciones he seguido la sistemática moderna que
exige el origen y la fuente de cada afirmación que se hace. En la bibliografía, a pesar de no
encontrarse casi libros ni documentos
de la época que estudiamos por la ausencia prácticamente total de hombres que escribieran memorias o conservasen apuntes, hemos preferido el "yo
vi" o el historiador de la época que
conoció a los actores y a las víctimas, que el especialista moderno. Al propio tiempo de haber destacado el sentido estructural de los acontecimientos, tanto sociales como económicos, he
tratado de remozar, de darle nueva vida, al viejo método de "colorido
ambiental" que tan bien le va a la Historia, y en especial, a la pequeña historia de una época
determinada, de un individuo o de un momento,
siempre y cuando semejante color no signifique fantasía y sobre todo fantasía que pueda perjudicar a la realidad. Antes de terminar, quiero dedicar estas páginas al
pueblo venezolano. A Simón Bolívar, el
Libertador, símbolo de la libertad y de la unidad de la patria Y a todos
aquellos hombres que, luchando
ardientemente contra la dominación española, lograron un día conquistar la Independencia y el bienestar para esta heroica y gloriosa tierra de Venezuela, mi Venezuela.
París, diciembre de 1953.
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