¿Realmente aprovechamos las fechas patrias para reflexionar a cerca del
proceso?
¿O nos quedamos narrando el cuento como los historiadores contratados por la oligarquía conservadora de 1830? Observo con condescendencia que en algunos sectores de nuestra América abunda más lo segundo.
De los cuatro vectores de la fuerza de dominio colonial impuestos desde el encubrimiento de América en 1492, celebramos el Bicentenario de la ruptura de dos de ellos. Hubo ruptura de los vínculos políticos y administrativos por la vía de la conquista militar. Nuestros países se endeudaron para cubrir los gastos de la guerra llamada de Independencia y al filósofo que pensó la necesidad de formar republicanos para construir la república se le construyó la matriz histórica de maestro excéntrico, para que no lo tomáramos en serio.
Los patriotas fallaron en la realización de
En el siglo XX hubo avances considerables, se logró el inicio de una teoría de la dependencia y de la teoría, filosofía, teología y ética de la liberación. Pero fue más fuerte el efecto alcanzado por la hipnosis colectiva inducida desde los aparatos de radio, televisión, auxiliados por la prensa, la literatura y el cine. Un ejemplo elocuente fue el trabajo de banalización del crimen tecnológico perpetuado en Hiroshima y Nagazaki, el cual fue encubierto con una campaña publicitaria conocida como la moda Bombache. Vale decir Bomba H. Las modelos y los maniquíes exhibían la moda en las vitrinas y pantallas de cine y luego en la televisión, encubriendo en el subconsciente colectivo, el horror de aquel recuerdo.
En países nuestro americanos donde ese poder de sugestión proyecta con mayor intensidad su fuerza de dominio. Celebran el Bicentenario con espectáculos de luces y monumentos a los héroes, dejando el mensaje subliminal de que
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