La renuncia papal ha sido una sorpresa y un misterio para los desprevenidos de siempre. El discreto encanto de los chismes de palacio que abundan entre opinadores de famosos pasquines son evidencias del colapso. La renuncia es algo tan banal como una oportunidad para hacer precarias descalificaciones a nuestro Gobierno con triviales comparaciones entre alguien que coloca la falta de salud como pretexto para renunciar; y otro, que no renuncia porque aunque flaquee en salud, le sobra el liderazgo espiritual que al primero le falta.
Es evidente que al comandante Chávez, a Evo Morales o al presidente Correa les sobra el liderazgo espiritual que a Benedicto le falta. El vacío espiritual que sobreviene a la caída del imperio de la modernidad es de tal magnitud que el equipo propagandístico del Vaticano no ha podido ni vender, mucho menos hacerlo popular ante los pobres de toda la vida.
Los escándalos por el incumplimiento de los mandamientos de los monarcas del Vaticano, ni siquiera las aberraciones sexuales más allá de género y de número nunca fue pulga que los trasnochase al "gran poder de Dios en la Tierra". Siempre hubo temor suficiente para manipular las consciencias de plastilina, porque siempre tuvieron motivaciones extremas para atemorizar a los infelices fieles, los más humildes a quienes vendían indulgencias para edificar aquel inmenso palacio de las Bellas Artes. Aquellos que logran ver el sudor y la miseria sobre la cual está construida aquella maravilla arquitectónica a la memoria de San Pedro.
Santos como éste no entran al Vaticano |
La gente que hace largas colas para besar el pie descalzo de un San José de yeso en los altares de las iglesias durante la Semana Santa, nunca va a creer en los pecados de sus santos de carne y hueso. Santos que no supieron entender hace treinta años que el futuro de la Iglesia estaba en América Latina. Monseñor Oscar A Romero murió crucificado con balas siguiendo los pasos de Cristo en su opción por los pobres. No ellos prefirieron seguir creyendo en el progreso.
Ore mucho Rey de la Iglesia para que no quiebren los bancos del neoliberalismo europeo |
Ore profundamente para que no quiebren los negocios del Vaticano. Nuestro corazón entiende vuestros pecados, nadie puede lanzar la primera piedra. Lo invitamos a los barrios de Caracas, para que predique el Evangelio. Nuestros pecados no han agrietado las columnas de la Catedral de San pedro, ellas se debilitan con los argumentos con que fueron fortalecidas.
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